Empecé a trabajar para Handicap International en 1998, primero en rehabilitación y luego tuve la oportunidad de trabajar como coordinadora general de rehabilitación e inclusión en América Central. En los doce años que trabajé, el contenido de los puestos tuvo que cambiar, surgieron nuevos enfoques. Por ejemplo, la noción del desarrollo inclusivo empezó a surgir a principios del 2000. Yo también me familiarice con los derechos humanos por primera vez en 1999, con ocasión del Congreso sobre vida independiente en EE.UU. Fui allí para trabajar como ayudante de un líder de un movimiento de personas con discapacidad de Nicaragua, Orlando Pérez, lo que me dio la oportunidad de escuchar a Judith Heumann y a Rosângela Berman Bieler que hablaron sobre derechos de las personas con discapacidad y vida independiente. Conforme estaba intentando entender esta filosofía, comencé a pensar en la discapacidad de manera diferente. Todo ello contribuyó al aprendizaje de un nuevo lenguaje para la organización. Los derechos humanos empezaron a incluirse en los programas como un enfoque transversal en todos los departamentos, incluidos los de salud, servicios, trabajo, accesibilidad, acceso al transporte.
Oí hablar por primera vez de la Convención a través de una lista de correo en Internet denominada «Discapacidad y Derechos humanos». No estaba familiarizada con el sistema de la ONU en absoluto; así que empecé a comprenderlo poco a poco. Finalmente despertó mi interés, me di cuenta de la importancia de contar con estándares obligatorios comunes. Esto me convenció de que iba a ser una herramienta de gran importancia para la legislación internacional de derechos humanos. Mi implicación en el proceso de negociación se produjo a través de mi participación en el llamado «Proyecto Sur». La idea original vino de Luis Fernando y de Philippe, quienes se habían reunido en Nueva York en las primeras sesiones del Comité ad hoc. Sabiendo que las violaciones de los derechos humanos eran tan importantes en el Sur, existía una clara necesidad de contar con líderes de los países en desarrollo haciendo que se oyera su voz en el seno del International Disability Caucus (IDC), representando a la sociedad civil en el proceso de negociación. Así es como empezaron a diseñar el «Proyecto Sur». Yo me implique personalmente en su parte operacional y logística.
El primer paso para construir este proyecto era obtener el patrocinio para que participaran tantos representantes como fuera posible. Buscamos a personas que ya tuvieran influencia a nivel nacional en sus propios países, que tuvieran conocimientos sobre los derechos humanos y que hubieran demostrado su compromiso; tuvimos bastante éxito en la selección. La inmensa mayoría de los líderes procedían de Latinoamérica, algunos de ellos patrocinados por otras organizaciones que habíamos contactado: Danish Association of Persons with Disabilities (ADD –Asociación danesa de personas con discapacidad), Leonard Cheshire Disability. DFID se encargó de la financiación de la coordinación general del proyecto, incluyendo las formaciones en la ONU. Una vez seleccionados, enviamos materiales a los participantes con antelación, para informarles sobre en qué situación se encontraba el proceso. Llegaron a Nueva York dos días antes de la fecha en que se iban iniciar las negociaciones y recibieron una formación preparatoria a fin de familiarizarse con el sistema de las Naciones Unidas, con la Convención y su importancia, también con los mecanismos de promoción de los intereses dentro de la ONU. Durante el proceso de negociación, la sociedad civil estaba canalizando su promoción de los intereses a través del International Disability Caucus. Entonces, los líderes iban a tratar de influir en los representantes de sus países para que se oyeran sus voces. Los participantes del Proyecto Sur participaron en las reuniones del IDC cada día, también tuvieron reuniones preparatorias entre ellos.
Con DFID teníamos el compromiso de continuar el trabajo en los países. En Nicaragua lo hicimos un taller de dos días sobre la Convención, para líderes de las OPD, representantes del Estado y de organismos internacionales. Como teníamos que difundir la palabra y el conocimiento, empezamos a trabajar conjuntamente con el Instituto Interamericano sobre Discapacidad y Desarrollo Inclusivo en la elaboración de una guía o manual, para que se utilizara como una herramienta con vistas a facilitar la comprensión de la Convención. Editamos un kit de herramientas para presentar el desarrollo inclusivo como concepto y organizamos formaciones basándonos en este manual. También produjimos CDs, material audiovisual y la guía sobre la Convención. Luis Fernando trabajó en el contenido y yo trabajé en la metodología. Tuvimos que pensar en cómo adoptar un enfoque pedagógico que pudiera hacer que la temática fuera sencilla, pero sin perder los detalles. La idea era que las personas con discapacidad se pudieran apropiar de la Convención. Queríamos estructurar el lenguaje para que la Convención fuera accesible, independientemente del nivel de educación del lector, en un tipo de enfoque por partes pequeñas.
Los líderes de las OPD que participaron en el Proyecto Sur realmente consiguieron comprender cómo funcionan los procesos de la ONU, cómo los diplomáticos toman las decisiones y lo importante que es tener esta representatividad para intentar influir en ellos. El conocer a la gente, el hablar con otros líderes seguramente los llevó a otro nivel de entendimiento. Las personas que estuvieron allí y que vivieron todo el proceso, experimentaron una especie de «iluminación». Esta época fue claramente un momento clave, y el punto de partida para muchas otras cosas que iban a suceder más adelante. Al haber tenido estas experiencias y haber construido una red de este tipo, estas personas se convirtieron en especialistas en el ámbito de la discapacidad en sus países. En cuanto a la influencia del Proyecto Sur en lo que al proceso de redacción se refiere, el enfoque general de la Convención del desarrollo inclusivo y de los derechos humanos habría sido completamente diferente si no hubiera sido por esos líderes procedentes de países en desarrollo. Según usted,
Uno de los resultados más importantes de la Convención es haber establecido estos estándares que todos los países convinieron, que definen un nivel de derechos humanos que los Gobiernos deben conseguir. No obstante, los cambios no ocurren automáticamente, necesitamos una sociedad civil activa para impulsarlos. Durante los 10 años transcurridos desde su adopción, la Convención ha sido útil para dar resonancia a la discapacidad, aportando visibilidad a la discapacidad como tema. En esa medida, el tener una Convención internacional ha sido una herramienta extraordinariamente poderosa. En Nicaragua, hubo una gran dinámica; las organizaciones tomaron la Convención como base para comenzar a trabajar en la elaboración de una ley nacional sobre la discapacidad que salió en 2008. Está en línea con la Convención. Han sido capaces de trabajar más estrechamente con el Gobierno, el cual se ha orientado hacia la restitución de los derechos humanos, el diseño de nuevas políticas, teniendo en cuenta los derechos de las personas con discapacidad. Lo mismo sucedió en otros países, puesto que las organizaciones utilizaron la Convención como herramienta para la elaboración de nuevas leyes. Estadísticamente, se han realizado mejoras considerables.
Los ODS y otros procesos ahora están incorporando la discapacidad a otras temáticas. Las problemáticas relativas a las discapacidades ahora están saliendo del círculo de la discapacidad hacia el círculo general. Lo mismo sucede con el vínculo entre la pobreza y la discapacidad. Podría haber una necesidad crucial de considerar transversalmente estas cuestiones, y me alegro de que se empiece a tratar la intersección entre el género y la discapacidad. Se podría hacer mucho sobre esto, llevar a cabo un análisis transversal para considerar la discapacidad en relación con diferentes contextos, tales como la guerra, la seguridad de los niños, la migración y los campos de refugiados. Otro punto complementario que me parece importante es trabajar a nivel local. Pero aunque considerar las cosas desde un punto de vista global sea importante, al final lo más importante es la vida diaria de las personas con discapacidad. Realmente creo que el movimiento tiene que ver el interés de tratar con las autoridades locales, de encontrar maneras y de desarrollar sus capacidades para hacerlo. El movimiento de la discapacidad también puede llegar a tener una influencia positiva de abajo arriba.
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